Leyendas
mitológicas
Mito Griego de la Creación
En un principio solo existía el Caos. A
continuación, Gea o la Madre
Tierra engendró por si misma a Urano, o el Firmamento Estrellado.
Gea se unió a Urano y tuvo varios hijos.
En primer lugar nacieron seis Titanes varones:
Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Crono, que era muy perverso, y seis
Titánides mujeres: Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis.
Luego Gea y Urano tuvieron otros hijos, Los
Cíclopes. Arges, Estéropes y Brontes.
Y más tarde fueron padres también de los
Hecatonquiros, tres monstruos gigantes con cien brazos y cincuenta cabezas cada
uno.
Urano era malvado y cada vez que Gea iba a dar a
luz, los retenía en el vientre de Gea, no permitiendo que nacieran.
Cansada Gea de sufrir, ya que sentía que estaba por
explotar, urdió un maléfico plan. Dio a luz una hoz de acero brillante y buscó
la ayuda de Crono, el más perverso de sus hijos para que le cortara los órganos
genitales mientras dormía.
Crono esperó agazapado que Urano roncara
placidamente y con la hoz provista por su madre, Gea, lo castró tirando sus
órganos al mar.
Crono mantenía encadenados a todos los monstruos en
las profundidades de la tierra.
La sangre derramada, volvió a fecundar la tierra.
De allí nacieron las Erinias, espiritus vengadores de los crímenes de sangre,
Los Gigantes y las Ninfas Melíades o de los árboles de fresno. Del órgano que
cayó al mar nació la diosa Afrodita, que encontraron flotando en una concha
marina.
Crono se unió a Rea, pero también tenía la mala
costumbre de comerse a sus hijos, entonces el menor, Zeus, lo destronó y
conquistó el dominio del mundo.
Los Titanes que estaban confinados en las
profundidades, no estaban de acuerdo y se sublevaron agitando la tierra,
sacudiendo las montañas y causando todo tipo de terremotos y maremotos.
Zeus, pensó que si los soltaba se calmarían, pero
apenas los liberó de su prisión, comenzaron a arrojarle rocas y amontonar
montañas. Este desastre duró diez años.
Zeus deseaba poner orden de una buena vez y para
siempre, entonces descendió hasta el Tártaro donde se encontraban encadenados
los Cíclopes y los Gigantes de cien brazos y les pidió ayuda para acabar con el
flagelo de los Titanes.
Estos accedieron de buena gana y cuando por fin
volvieron a ver la luz del sol se llenaron de energía y se lanzaron a la
batalla con todas sus fuerzas. Tembló la tierra y se sacudió el cielo hasta que
los Titanes quedaron sepultados bajo una montaña de rocas arrojadas por los
monstruos de cien brazos. Los que sobrevivieron fueron arrojados al Tártaro y
nunca más volvieron a salir de allí.
Dédalo era natural de Atenas.
Era un gran constructor. Fue reconocido como el
primer escultor que trabajó el mármol haciendo hermosas estatuas. También era
arquitecto. Muy habilidoso en el uso de las herramientas. Pero Dédalo era muy
celoso.
Junto a Dédalo trabajaba su sobrino Talo, un joven
muy ingenioso. Talo un día encontró en el campo una mandíbula de serpiente y se
inspiró para inventar el serrucho, forjando en el hierro una serie de dientes
semejantes a los de la serpiente. Cuando Dédalo vió el invento le agarro un
ataque de celos y arrojó a Talo desde un precipicio.
Como no pudieron acusarlo por falta de pruebas, lo
condenaron al destierro. O sea que tenía que marcharse de Atenas.
Dédalo entonces partió hacia la Isla de Creta,
donde fue muy bien recibido por el rey Minos.
Por entonces escaseaban en la isla los arquitectos y escultores y lo tomó a su
servicio.
Allí Dédalo se dedicó a crear espléndidas obras de
arte.
En esos momentos, la isla de Creta estaba asolada
por un terrible monstruo, con cuerpo de hombre y cabeza de toro llamado
Minotauro, que sembraba el terror en toda la isla.
El rey Minos le encargó a Dédalo una construcción
subterránea para encerrarlo. Dédalo, que era muy ingenioso, entonces construyó
un laberinto.
Esta construcción tenía tantos pasadizos, rodeos que no llevaban a ninguna
parte, vueltas y sinuosidades que una vez que alguien entraba se hacía
imposible encontrar la salida.
El Minotauro quedó
encerrado en el centro del laberinto, de esa manera volvió la tranquilidad a
Creta.
El rey Minos le encomendaba cada día más trabajo y
Dédalo estaba cansado y quería irse de Creta pero el rey Minos no se lo
permitía.
Ante la negativa del rey Minos para que Dédalo
abandonara Creta, Dédalo comenzó a maquinar la forma de escapar.
Como Creta era una isla era prácticamente imposible
escapar por mar. El rey Minos tenía una flota importante y lo capturaría.
Dédalo había tenido un hijo con una esclava en
Creta, su nombre era Icaro. Entonces decidió que escaparía con su hijo por
aire.
Inspirándose en el vuelo de los pájaros, construyó
entonces dos pares de alas. Unas para Icaro y otras para él. Acopió gran
cantidad de plumas que fue fijando a la estructura con cera de abejas y luego
las adaptó con un arnés a su espalda y sus brazos.
Cuando ya estaba todo preparado le dijo a su hijo:-
Icaro, si quieres huir conmigo de esta isla, préstame atención y sigue mi
consejo. Es necesario que vueles en la mitad de la atmósfera. Si vuelas muy
bajo la humedad y el vapor del agua empaparán las plumas, éstas serán muy
pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del sol derretirá la
cera, se desprenderán las plumas y también caerás al mar.
Una vez que terminó de dar todas las explicaciones,
Dédalo se lanzó al espacio. Icaro lo siguió como un pichón que sale por primera
vez del nido. Pero Icaro pronto se entregó al placer del vuelo con entusiasmo.
La vista era maravillosa y comenzó a volar más y más alto acercándose
peligrosamente al sol. Es así que las plumas comenzaron a desprenderse de la
estructura hasta que Icaro cayó
fatalmente, ahogándose en el mar.
Gordio era un pobre campesino.
Un día vio que un águila se había posado en la vara
de su carro de bueyes. Como el águila seguía instalada en la vara, sin
inmutarse, entonces Gordio decidió dirigirse a Telmiso en Frigia , porque allí
había un oráculo confiable para preguntarle qué podía significar esto.
Antes de atravesar la puerta de entrada a la
ciudad, encontró a una bella joven que poseía el don de la profesia. No bien
vio el carro con el águila, le dijo a Gordio que debería ir directamente a
ofrecerle sacrificios a Zeus y le pidió que la dejara acompañarlo.
-Por supuesto. Respondió Gordio. Y agregó –Eres una
joven muy inteligente, ¿Quieres casarte conmigo?
-Primero hay que ofrecer sacrificios, dijo ella.
Entonces se dirigieron hacia la ciudad.
Ellos no sabían que el rey de Frigia había muerto
subitamente y como no tenía hijos no se conocía al sucesor.
Pero un oráculo vaticinó:-!Su nuevo rey se acerca
con su futura esposa en un carro tirado por bueyes! . Ellos entraron con la
carreta en la plaza e inmediatamente todas las miradas se posaron en ellos y en
el águila que todavía seguía parada sobre la vara de la carreta.
Inmediatamente proclamaron- ¡Aquí está nuestro
nuevo Rey!.
Como agradecimiento le dedicó el carro y los bueyes
a Zeus.
Gordio había enganchado el carro a la vara con un
nudo muy particular.
Un oráculo vaticinó:-El hombre que pueda desatar el
nudo se convertiría en el dueño y señor de Asia. La carreta quedó entonces en
la Acrópolis, durante siglos, bajo la atenta vigilancia de los sacerdotes de
Zeus.
En el año 333 antes de Cristo, Alejandro de
Macedonia, También conocido como Alejandro Magno, pasó por la ciudad y cortó el
nudo con su espada en un acto de soberbia.
Midas era el rey de Macedonia.
Fue el primer hombre en plantar un jardín de rosas.
Le gustaba
disfrutar de la buena vida, las fiestas, escuchar música y pasarla bien.
Una mañana un
jardinero le dijo: -Hay un Sátiro completamente borracho tirado en tu rosedal.
-¡Traedlo
inmediatamente ante mi presencia! Dijo Midas
El sátiro resultó
ser Silenio.
Silenio había
viajado con Dionisio a la India y tenía muchas e interesantes anécdotas para
relatar. Midas se entretuvo cinco días escuchando atentamente las historias de
ese continente lejano, sus ciudades, sus barcos y sus gentes.
Al terminar, sin
mediar ningún castigo por aplastar sus rosas, lo envió sano y salvo con
Dionisio.
Dionisio,
agradecido le dijo a Midas: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé! Midas,
eligió tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase. Y así le fue
concedido.
Al principio
resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error convirtió
a su propia hija en estatua de oro.
Y más tarde la
desesperación se apoderó de él cuando tenía hambre y su comida se convertía en
oro o cuando tenía sed y el vino se convertía en oro.
Llorando le pidió
ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo. Mi propia
hija es una estatua de oro y no puedo ni beber ni comer. Estoy muriendo de
hambre y de sed. Ayúdame!
Dionisio se rió a
carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque mágico a un
río de Frigia llamado Pactolus, cuyas arenas son todavía doradas. Y le devolvió
la vida a su hija.
La diosa Atenea había inventado la flauta
doble. Cuando la soplaba conseguía arrancarle hermosas melodías.
Una noche, en que
Atenea estaba tocando la flauta en un banquete, Hera y Afrodita comenzaron a
reírse en secreto.
Atenea se
preguntaba porqué. Entonces se sentó ala orilla de un arroyo a tocar y cuando
vio su aspecto ridículo, con las mejillas hinchadas mientras soplaba la flauta,
la arrojó al arroyo con una maldición para el que la encontrara.
Tiempo después,
Marsias encontró la flauta en el arroyo y consiguió arrancarle deliciosas
melodías. Tanto que decidió competir con el dios Apolo.
Apolo llamo a las
musas y al rey Midas que tanto apreciaban la
música para que actuaran como jurado. Marsias tocaría la flauta y Apolo la
lira.
Los dos tocaron sus instrumentos pero el jurado no
pudo ponerse de acuerdo porque ambos dieron un espléndido concierto.
Entonces Apolo dijo: Te reto a que toques tu
instrumento al revés como lo hago yo. Apolo dio vuelta la lira y siguió
tocando.
-¡Yo no puedo hacer eso! Replicó Marsias.
-Entonces Apolo gana, dijeron las Musas.
-Eso es muy injusto, dijo el rey Midas-Su
instrumento no se lo permite.
Como las musas eran nueve, Y Midas solo uno,
ganaron ellas.
Apolo dijo entonces a Marsias:-¡Tu debes morir, por
retar a al mismo dios de la música a una competencia! Y diciendo esto lo mató.
Después a Midas lo llamó burro y le tocó las orejas
que comenzaron a crecer al instante, convirtiéndose en orejas de burro.
El Rey Midas avergonzado, corrió a cubrirse las
orejas con un gorro frigio. No quería que nadie se enterase de su desgracia.
Pero su peluquero no tuvo más remedio que enterarse
cuando lo fue a visitar para que le cortase el cabello. Midas lo amenazó de
muerte si le contaba a una criatura viviente el secreto de sus orejas.
El secreto quemaba en el pecho del peluquero,
necesitaba repetirlo desesperadamente.
Entonces viendo que no había nadie a su alrededor,
cavó un hoyo a la vera del río Pactolus, se agachó y susurró dentro del hoyo:
-El Rey Midas tiene orejas de burro.
Tapó el hoyo con arena, asegurándose que su secreto
estaba bien enterrado y se fue aliviado.
Pero una caña comenzó a brotar y les susurró a las
otras hierbas:
-El rey Midas tiene orejas de burro. Pronto los
pájaros escucharon la noticia.
Justamente pasaba por el lugar un hombre llamado
Melampo, que comprendía el lenguaje de los pájaros. Melampo le contó a sus
amigos y luego fue delante del rey Midas y le dijo:
-¡Quítate el sombrero, quiero ver tus orejas de
burro!
El rey Midas, sorprendido, primero le cortó la
cabeza al peluquero y más tarde se mató a si mismo por la vergüenza.
Había una vez una diosa llamada Demeter que
tenía una hermosa hija llamada Perséfone. La joven tenía grandes ojos verdes y una cabellera
de bucles dorados. Vivía con su madre en un departamento del palacio en el
monte Olimpo y de vez en cuando bajaba a los prados a recoger flores en
compañía de sus amigas.
Un día, el dios de los muertos, Hades,
que vivía en el centro de la tierra, rodeado de tinieblas, se enamoró
profundamente de Perséfone.
Como Hades era muy astuto no se animó a acercarse
sin antes pedir permiso a Zeus, el más importante de todos los dioses del
Olimpo. Zeus, no le contestó ni si ni no, pero le guiñó un ojo. Entonces Hades,
trazó un plan para cumplir su deseo.
Un día que Perséfone, estaba recogiendo flores
tranquilamente con sus amigas, se alejó distraída del grupo para recoger un
narciso. En ese momento la tierra se abrió y de allí surgió el dios de los
muertos en un carruaje negro. La secuestró y la llevó con él sin dejar ningún
rastro.
Las
amigas no habían visto como Perséfone se había esfumado sin dejar rastro
alguno. Así que nada pudieron decirle a Demeter, la madre, que sufrió por la
desaparición de su hija.
Demeter, desesperada comenzó a buscarla. Se
disfrazó de anciana y comenzó a recorrer toda Grecia buscando alguna pista
sobre su hija. Durante nueve días ni comió ni bebió.
Cuando los reyes de Eleusis la vieron, le
ofrecieron quedarse con ellos en el palacio para cuidar de sus hijos.
Un buen día, el hijo mayor de los reyes le dijo:
-Diosa Demeter, tengo malas noticias. Un pastor me
contó que vio un carruaje siniestro, guiado por un rey calzando una armadura
negra, se llevó a una joven que gritaba muerta de miedo. La tierra se abrió y
ambos desaparecieron en sus entrañas. Pienso que podría ser tu hija Perséfone.
Demeter, reconoció a Hades por la descripción del
pastor, pensó que Zeus tenía algo que ver en este asunto y decidió vengarse.
Como Demeter era la diosa de la agricultura,
recorrió Grecia prohibiendo a los árboles dar fruto, a los pastos crecer y a
las semillas germinar. Al poco tiempo el ganado no tenía como alimentarse y
comenzó a morir. Si esto continuaba, los hombres pronto morirían también por
falta de alimento.
Zeus se asustó y trató de convencerla enviándole
riquísimos regalos,joyas y oro, pero Demeter no los aceptó.-No quiero tus
regalos. Solo quiero a mi hija Perséfone de vuelta en mi casa.
Zeus, viendo que era imposible convencer a Demeter,
llamó a Hermes y lo envió al Tátaro para darle un mensaje al dios Hades.
- Por favor, devuelve a Perséfone o todos estaremos
perdidos ya que los humanos están en serio peligro debido a la falta de
alimento.
Hades le respondió:
-Solo puedo enviar a Perséfone de vuelta a su casa,
mientras no haya probado el alimento de los muertos.
Perséfone estaba tan triste que se había negado a
probar bocado desde el día de su secuestro.
Entonces Hades le dijo:
- Hermosa Perséfone, parece que no eres feliz a mi
lado. No has probado bocado desde el día en que llegaste. Cada día estás más
delgada y si sigues así pronto morirás. Mejor que vuelvas a tu casa.
Pero
un jardinero que escuchó la conversación dijo:
-¿Cómo que no ha probado bocado? Yo la vi comer
granadas de tu huerto esta mañana.
Hades se sonrió satisfecho. La subió a un carruaje
y la llevó junto a su madre, que apenas la vio se abrazó a ella llorando de
felicidad.
Pero Hades le dijo:
-Diosa Demeter, tu hija Perséfone ha comido siete
granadas de mi huerto, por lo tanto debe regresar al Tártaro conmigo.
Demeter, furiosa respondió:
-Si eso ocurre, jamás levantaré la maldición que
pesa sobre la tierra. Todos los hombres y los animales morirán.
Zeus, espantado por la respuesta de Demeter, envió
a su esposa Hera a a negociar con los dioses.
Finalmente Demeter aceptó que el príncipe de las
tinieblas se case con Perséfone. Su hija debía pasar siete meses al año con
Hades, un mes por cada granada que comió y cinco meses junto a Demeter, su
madre.
Por esa razón la tierra florece y fructifica en
primavera y verano, cuando Perséfone visita a su madre y la tierra está triste
y seca en otoño e invierno, cuando Perséfone está junto a Hades.
Orfeo, además de
ser un gran poeta, tocaba muy bien la lira, deleitando a todos los que lo
escuchaban. Tanto hombres como animales quedaban extasiados con su música.
Hasta los árboles y las rocas se movían y cambiaban de lugar solo para escuchar
sus dulces melodías.
Un día mientras recorrían el bosque tomados de la
mano, Eurídice, sin querer, pisó una serpiente venenosa que estaba dormida. La
serpiente, furiosa por haber sido despertada tan abruptamente, le mordió el
tobillo y Eurídice murió envenenada a los pocos minutos.
Orfeo, desesperado por recuperar a su esposa, decidió
descender al Tártaro para buscarla y traerla de vuelta a la vida.
Orfeo tomó la lira, y mientras tocaba, encantaba a
todos los que se cruzaban en su camino. Hasta el can Cerbero, el perro de tres
cabezas custodio del Tártaro, lo seguía como un cachorrito manso.
Orfeo continuó su largo recorrido encantando con su
melodía a uno tras otro hasta llegar hasta el mismo trono de Hades, el rey de
los muertos, que fascinado por los suaves acordes de la lira, le preguntó:-¿Qué
vienes a buscar aquí, Orfeo?
-Quiero a mi esposa Eurídice de vuelta conmigo.
Respondió Orfeo.
-¡Ah! Escúchame
bien. Dijo Hades-Permitiré que Eurídice regrese contigo con una sola condición:
-Deberás caminar sin mirar atrás hasta que llegues a plena luz del sol.
Eurídice te seguirá mientras tocas la lira y no sufrirás daño alguno.
Orfeo, feliz
comenzó a entonar la más dulce de las melodías mientras Eurídice lo seguía a la
distancia. Pero Orfeo estaba tan ansioso por volver a verla, que pronto olvidó
la condición impuesta por Hades y cuando faltaba solo un minuto para salir a la
luz, volteó la cabeza para mirarla y perdió a Eurídice para siempre.
Un día ,el dios
supremo del Olimpo, Zeus dijo:-Mi hijo Dionisio, también conocido como Baco,
merece ser nombrado dios por haber inventado el vino. Y lo elevó al rango de
dios.
Orfeo se negó a
adorarlo como dios diciendo:
- Dionisio no puede ser dios. Es un
mal ejemplo para los mortales ya que está borracho la mayor parte del día. Me
niego a ofrecerle sacrificios a un borracho.
Cuando Dionisio
escuchó el comentario se enojó tanto que envió a un grupo de Ménades, mujeres
embriagadas todo el tiempo, a perseguirlo.
Cuando las Ménades lo encontraron, Orfeo
estaba placidamente dormido junto a su lira. Si hubiera estado despierto
tocando su lira ellas habrían quedado encantadas por su música.
Entonces, las
Ménades, le cortaron la cabeza y la arrojaron a un río cercano. Luego cortaron
el resto del cuerpo en pedacitos.
Las Musas
encontraron los trozos de Orfeo y apenadas por la triste desaparición del
músico, los enterraron a los pies del monte Olimpo, donde los ruiseñores
entonaron de allí en más dulcísimos cantos.
La cabeza de Orfeo floto río abajo hasta
llegar al mar, donde un barco de pescadores la atrapó en sus redes y le dieron
sepultura.
Zeus permitió que se pusiera la lira de Orfeo en el
cielo, formando la constelación llamada ¨ La Lira¨
Cuenta la leyenda que había una hermosa joven
llamada Aracne. Era muy habilidosa en el arte de entretejer la lana, y por ese
talento era reconocida.
Las Ninfas bajaban muchas veces hacia su morada
para admirar sus trabajos y quedaban embelezadas por sus magníficos bordados.
En una ocasión le preguntaron si la diosa Atenea le
había enseñado a trabajar la lana, pero Aracne se defendió como si la hubieran
insultado:-¡Nadie me ha enseñado el oficio! Si Atenea quiere venir a competir
conmigo, que venga!
Atenea la escuchó. Entonces se disfrazó de anciana
para acercarse sin despertar sospechas y le dijo suavemente: -Acepta los
consejos de esta anciana. Tú puedes alcanzar la gloria con tu oficio pero jamás
podrás eclipsar a una diosa inmortal, como Atenea.
Aracne se ofuscó aún más:- ¡Que venga y teja! ¡Ya
veremos quién gana!
Entonces, Atenea se quitó el disfraz de anciana, se
sentó a su lado y comenzó a tejer. Durante horas y sin descanso se dedicaron a
trazar intrincados y hermosos bordados.
Atenea hizo un magnífico trabajo, pero nada pudo
decir del bordado maravilloso de Aracne.
La diosa, despechada destrozó en mil pedazos el
trabajo de su competidora y ésta al no poder soportar esa humillación, intentó
ahorcarse.
Atenea se compadeció de la joven y la salvó de la
muerte pero luego le dijo: -¡Eres una desgraciada! ¡No vas a morir, pero a
partir de ahora, tu vida penderá siempre de un hilo!
Aracne, fue convertida en araña y desde entonces no
cesa de tejer colgada de un hilo.
Cuenta la leyenda, que cuando Peleo y Tetis se
casaron. enviaron invitaciones a la fiesta para todos los dioses . como no
querían tener problemas en un día tan especial, decidieron que lo mejor sería
no invitar a Eris,
conocida como La Discordia.
Eris se enojó tanto que se apareció en el banquete
de bodas de todos modos. Furiosa se dirigió a la mesa donde se encontraban las
diosas más hermosas: Hera, Atenea y Afrodita y arrojó ua enorme manzana con una
inscripción tallada que decía: "Para la más Hermosa".
Hera dijo: Debe ser para mí. Pero al instante,
Atenea y Afrodita también reclamaron la manzana y pusieron a Zeus como árbitro.
Zeus, no quería tomar parte por ninguna de las
diosas ya que sabía que por lo menos dos de ellas terminarían haciendo reclamos
por su intervención o lo que es peor, enemistadas con él y decidió sacarse el
problema de encima.
No se le ocurrió nada mejor que enviar a las tres
diosas ante el joven y hermoso Paris para que decidiera él.
Una a una las diosas fueron desfilando ante él
cubriéndolo de promesas.
-Prometo darte poder y riquezas si me eliges- Dijo
Hera.
Atenea le prometió: -Si dices que yo soy la más
bella, te otorgaré gloria en las guerras y fama por doquier-.
Pero , la sensual Afrodita, que era muy astuta, le
ofreció la mujer más hermosa por esposa y esto lo convenció definitivamente.
Afrodita obtuvo la manzana de oro y de allí en más
Hera y Atenea se convirtieron en sus peores enemigas.
Afrodita , fiel a su promesa le ayudó a Paris a
conseguir el amor de Helena, que se convertiría en el motivo
de la famosa guerra de Troya.
Eco era una ninfa que habitaba en el
bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba cazar por lo cual, era una de
las favoritas de la diosa Artemisa.
Pero Eco tenía un grave defecto: Era muy
conversadora. Y además en cualquier conversación o discusión, siempre quería
tener la última palabra.
Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su
marido Zeus, al cual le gustaba divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó
al bosque de las ninfas, Eco la entretuvo con su conversación mientras las
ninfas huían del lugar.
Cuando Hera descubrió su trampa la condenó
diciendo:- Por haberme engañado, a partir de este momento pederás el uso de la
lengua. Y ya que te gusta tanto tener la última palabra solo podrás responder
con la última palabra que escuches. Jamás podrás volver a hablar en primer
lugar.
Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la
cacería recorriendo montes y bosques. Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él.
Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada.
Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún
momento.
En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el
bosque y escuchó un crujir de ramas a sus espaldas y gritó:- ¿Hay alguien aquí?
Eco respondió: -Aquí.
Como Narciso no vio a nadie volvió a gritar: -Ven
Y Eco contestó: -Ven
Como nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué
huyes de mí? Unámonos
La ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos
diciendo:- Unámonos
Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:- Aléjate
de mi! Prefiero morirme a pertenecerte!
Eco respondió: -Pertenecerte.
Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una
vergüenza tan grande que llorando se recluyó en las cavernas y en los picos de
las montañas. La tristeza consumió su cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su
voz para responder con la última palabra a cualquiera que le habla.
Narciso no solo rechazó a Eco, sino que su crueldad
se manifestó también entre otras ninfas que se enamoraron de él. Una de esas
ninfas, que había intentado ganar su amor sin lograrlo le suplicó a la diosa
Hera que Narciso sintiera algún día lo que era amar sin ser correspondido y la
diosa respondió favorablemente a su súplica.
Escondida en el bosque, había una fuente de agua
cristalina. Tan clara y mansa era la fuente que parecía un espejo. Un día
Narciso se acercó a beber y al ver su propia imagen reflejada pensó que era un
espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese rostro
perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos y se
enamoró perdidamente de esa imagen.
Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre
él era tan fuerte que no lograba separase .Muy por el contrario deseó besarlo y
abrazarlo con todas sus fuerzas. Se había enamorado de si mismo.
Desesperado, Narciso comenzó a hablarle:- ¿Por qué
huyes de mí, hermoso espíritu de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis
brazos hacia ti, tú también los estiras. No comprendo.
Todas las ninfas me aman, pero no quieres
acercarte.- Mientras hablaba una lágrima cayó de sus ojos. La imagen reflejada
se nubló y Narciso suplicó: -Te ruego que te quedes junto a mí. Ya que me
resulta imposible tocarte, deja que te contemple.
Narciso continuó prendado de si mismo . Ni comía,
ni bebía por no apartarse de la imagen que lo enamoraba hasta que terminó
consumiéndose y murió.
Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no
encontraron el cuerpo en ninguna parte. En su lugar apareció una flor hermosa
de hojas blancas que para conservar su recuerdo lleva el nombre de Narciso.
Cuando Perseo mató a la Gorgona, se llevó la cabeza
consigo y partió volando lejos, hasta la tierra donde vivía el rey Atlas.
Atlas era un hombre de tamaño descomunal. Su mayor
orgullo era su jardín ya que sus árboles daban frutos de oro.
Perseo se presentó diciendo que venía de visita en
calidad de huesped, pero Atlas , desconfiado, temiendo que quisiera robarle sus
frutos dorados lo echó.
Atlas era un gigante y Perseo no se animaba a
enfrentarlo. Entonces le ofreció como obsequi la caja que escondía la cabeza de
la Gorgona.
Perseo abrió la caja mientras apartada sus ojos y
levantó la cabeza de la Gorgona.
Al instante Atlas quedó convertido en piedra. Su cuerpo
aumentó de tamaño hasta convertirse en una montaña.
Perseo y el Monstruo
Marino
Luego de convertir al gigante Atlas en piedra,
Perseo voló hasta el país de los etíopes cuyo rey era Cefeo. La reina de los Etíopes,
Casiopea en un alarde de orgullo por su belleza se comparó con las Ninfas del
Mar. Estas en represalia enviaron a un monstruo marino para que devastara la
costa.
El rey Cefeo, preocupado consultó al oráculo y este
le ordenó sacrificar a su bella hija Andrómeda al monstruo para apaciguarlo.
El rey, entonces mandó encadenar a su hija a una
roca junto al mar para ser devorada por la bestia del mar.
Perseo, cuando se acercó a la costa en su vuelo
divisó a la hermosa doncella encadenada frente al mar y, sin dar crédito a sus
ojos se acercó a ella para preguntarle la razón de su triste destino.
Andrómeda, llorando desconsoladamente le confesó
que su destino era ser la víctima que calmaría la furia de los embates del
monstruo del mar.
Mientras conversaban el monstruo marino se acercaba
a la costa. El rey Cefeo y la reina Casiopea eran testigos desgraciados del
final trágico de su hija ya que nada podían hacer por ella.
Perseo, al ver la hermosura de Andrómeda y la desesperación de
sus padres se presentó y ofreció exterminar al monstruo, pidiendo al mismo
tiempo como recompensa a su hija en matrimonio.
Los padres aceptaron encantados y le prometieron
además una boda real.
Perseo sin titubear se lanzó en feroz lucha contra
la bestia marina. Le clavó su espada, el monstruo se retorció y devolvió el
ataque con furia descontrolada. Perseo, con sus alas esquivaba los coletazos y
le clavaba la espada en cada sitio libre que encontraba.
Poco a poco fue guiando la furia del monstruo hasta
la costa ya que sus alas estaban mojadas y cuando lo tuvo cerca le partió una
roca entre los ojos y el monstruo echando agua y sangre por la nariz, murió
tras un atronador aullido.
El rey de los etíopes y su esposa desencadenaron a la doncella de
la roca. Felices y agradecidos con Perseo, le ofrecieron la mano de su hija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario