miércoles, 8 de diciembre de 2010

REVOLUCIÓ INDUSTRIAL: TEXTOS.

1. Oposició als cercaments.
Que con el pretexto de hacer mejorías en las tierras de propiedad de la citada parroquia de Raunds se privará a los campesinos sin tierra y a todas las personas que tienen derechos sobre las tierras comunales que se pretenden cercar, del indispensable privilegio del que actualmente gozan, es decir, de que sus bueyes, terneros y ovejas puedan pacer a lo largo y a lo ancho de dichas tierras. [...] Los demandantes consideran además que el resultado más desastroso de este cercamiento será la casi total despoblación de su ciudad, ahora llena de trabajadores orgullosos y fuertes que son el vigor y la gloria de la nación, el sostén de su flota y de su ejército. Bajo el empuje de la necesidad y de la falta de trabajo, se verán obligados a emigrar en masa hacia las ciudades industriales, en donde la naturaleza misma del trabajo en el telar o en la fragua reduciría pronto su vigor.

Petición de pequeños propietarios y personas con derechos en las tierras comunales ante la Corte de Justicia el 19 de julio de 1797.

2. LA REVOLUCIÓ AGRÀRIA
La revolució agrària va aconseguir incrementar la productivitat dels camperols. Un nombre cada vegada més menut de treballadors agrícoles va produir una quantitat cada vegada més gran d’aliments. Per a això, van caldre diverses innovacions tecnològiques, com també canvis en la propietat de la terra.
La revolució agrària es va iniciar a Anglaterra al final del segle XVIII. Des d’ací es va estendre després a altres països. En la primera fase es van aplicar nous mètodes de cultiu. Un segon grup d’innovacions, posteriors a 1830, hi van introduir l’ús de màquines de vapor i de fertilitzants químics.
[...]          Les innovacions introduïdes en l’agricultura després de 1830 van continuar elevant la productivitat dels camperols. L’ús de fertilitzants químics possibilità cultivar molta més terra i obtindre, a més, més rendiments en cada hectàrea. Els tractors, les segadores i trilladores moguts amb energia de vapor també van contribuir a elevar la productivitat. Al segle XVIII, un camperol podia llaurar 0,4 hectàrees per dia mitjançant una arada tirada per un bou. A finals del segle XVIII, llaurava 0,8 hectàrees amb una arada perfeccionada i arrossegada per un cavall. El tractor de vapor va augmentar a cinc hectàrees la superfície llaurable per un camperol en un dia.
Si Gran Bretanya va ser la pionera en la introducció del primer grup d’innovacions, els Estats Units impulsaren l’era del maquinisme al camp durant la segona meitat del segle XIX.
Traduït d’A. Escuder: La Revolución Industrial. Anaya.
«Biblioteca bàsica de la Història», Madrid, 1993.
Mentalitat dels empresaris - capitalistes de l’època.
3.            El empresario de una industria es el que ordinariamente necesita hallar los fondos que ésta exige. Quiere decir que no hay necesidad de que sea rico, porque puede ejercer su industria con fondos prestados; pero es menester a lo menos que pueda pagar, que sea conocido como hombre prudente, de orden y de honorabilidad, y que por la naturaleza de sus relaciones, esté en disposición de procurarse el uso de los capitales que no posea por sí. [...]
En segundo lugar, este género de trabajo exige cualidades morales cuya reunión no es común. Requiere juicio, constancia y conocimiento de los hombres y de las cosas. Se trata de apreciar convenientemente la importancia de tal producto, la necesidad que se tendrá de él, los medios de producción: se trata de poner en movimiento algunas veces un gran número de individuos: es menester comprar o hacer comprar las materias primas, reunir los obreros, buscar consumidores, tener un espíritu de orden y de economía, en una palabra, el talento de administrar. Es menester una cabeza acostumbrada al cálculo, y que pueda comparar los gastos de producción con el valor que tendrá el producto cuando se haya puesto en venta.
Hay más: las empresas industriales van siempre acompañadas de un cierto riesgo y, por bien conducidas que se las suponga, pueden fallar: el empresario puede, sin culpa suya, comprometer en ella su fortuna. [...] Pero también puede adquirir casi todas las grandes fortunas.
SAY, Jean-Baptiste (1803): Tratado de economía política.

4.            Yo iba una vez por Manchester con uno de estos burgueses y le hablaba de la mala estructura de las casas, de la horrible condición de la vivienda obrera y declaraba no haber visto nunca una ciudad tan mal construida. El señor observó todo tranquilamente, y en la esquina me dejó diciendo: «¡Ah, señor. Y sin embargo, aquí se ha ganado mucho dinero! ».
ENGELS, F. (1844): La situación de la clase obrera en Inglaterra.

5.            Todas las sociedades actuales tienen por base el individualismo o el egoísmo. De aquí nacen necesariamente todos los males, todas las discordias, todos los desórdenes, todos los vicios y todos los crímenes.
                El que no piensa más que en sí, no tiene sensibilidad, amor, justicia en una palabra, no abriga ninguna pasión generosa. ¿Qué le importa que los demás tengan hambre, con tal que él coma; que los demás sufran y estén enfermos, con tal que él rebose salud; que los demás enflaquezcan, con tal que él engorde; que los demás sean pobres y miserables, con tal que él sea rico; que los demás lloren, con tal que él tenga un motivo de risa; que los demás mueran de desesperanza con tal que él viva entre placeres?
Por otro lado, como el lujo multiplica las necesidades, nunca se es bastante rico para procurarse todos los goces y placeres.
MONTALDO, Ignacio: “Segundo prospecto de la Fraternidad” reproducido en Eco del Comercio, 4 de septiembre de 1847.

6.            Por lo que se refiere a los patronos, con muy pocas excepciones, son un grupo de hombres que han surgido del negocio del algodón, sin educación ni preparación, excepto la que hayan podido adquirir gracias a su relación con el pequeño mundo de comerciantes en la lonja de Manchester, pero para contrarrestar este defecto, dan unas apariencias, gracias a un ostentoso desfile de mansiones elegantes, ajuares, parques, caballos, perros de caza, etc., que se cuidan de exhibir ante el comerciante extranjero de la forma más fastuosa. Por supuesto, sus casas son elegantes palacios que superan con mucho, en volumen y extensión, las residencias refinadas y fascinantes que se pueden ver en los alrededores de Londres.
                Educan a sus familias en las escuelas más caras, decididos a dar a su descendencia una doble ración de lo que a ellos les falta. Así, son materialmente pequeños monarcas despóticos en sus distritos particulares; y para que todo esto se mantenga, ocupan su tiempo en maquinar cómo obtener la mayor ganancia.
Relato de un obrero en 1818

7. Esperança de vida.
                Esperança de vida a Bercelona a mitjans segle XIX, segons Ildefons Cerdà.


Homes
Dones
Classe rica
33’83
34’11
Classe mitja
25’41
24’90
Classe pobra
19’68
27’43



Situació dels artesans abans de la Revolució Industrial. Quins canvis va suposar la industrialització? Opinió dels treballadors.

9.            Antes éramos unos veinte en casa del maestro fundidor; nos conocíamos todos, por la noche cenábamos a la luz de la vela en casa del patrón. Hoy somos cuatrocientos, se contrata al azar. [...] Nos han relegado a las afueras de París. Antes existían relaciones de cortesía y, si era preciso, de ayuda o asistencia entre el obrero del cuarto piso y el inquilino del primero.
Declaraciones de un obrero francés a una comisión de investigación en 1872.

10.         No comparéis nuestro trabajo con el de la generalidad de los artesanos, porque ni es tan monótono, ni tan, pesado, ni se verifica bajo unas condiciones tan poco higiénicas y tan repugnantes como el nuestro.
El obrero artesano, en general, comparte su trabajo con el maestro; hay entre ellos relaciones de igualdad, algunas veces son amigos; su trabajo, tal vez de más difícil ejecución que el nuestro, tiene el aliciente            de la variedad y el atractivo de la aprobación de los demás.
Nuestro trabajo se verifica bajo opuestas condiciones. Metidos en grandes cuadras donde impera una severa disciplina, parecemos un rebaño de esclavos sujetos a la vara del señor: colocados junto a las máquinas, somos servidores de éstas; desde las 5 de la mañana hasta las 7 y media de la tarde siempre hacemos lo mismo. Para nosotros, lejos de ser el fabricante nuestro igual, es el ojo vigilante y espía de nuestras acciones: nunca trabajamos bastante; siempre descontento de nosotros, no podemos menos de ver en él nuestro tirano.
Manifiesto obrero del 26 de junio de 1856 en Barcelona.

11.         La revolución industrial está cambiando completamente o más bien destruyendo las razones que unían al trabajador con aquél que lo emplea.
En otro tiempo, en el tiempo que florecían los oficios manuales, la industria estaba gobernada por una jerarquía legítima aceptada igualmente por los obreros y por los maestros. Hoy, la familia industrial está disuelta. En las grandes manufacturas donde se engullen a la mayoría de los trabajadores, no hay aprendices, ni compañeros, ni maestros, no hay más que asalariados y administradores de los capitales.
Desde el punto de vista del capital, el obrero no es más que un agente de producción, que nada le distingue de los agentes mecánicos. El fin es la producción, la más abundante y la menos costosa. El obrero ha llegado a ser poca cosa en la industria mecánica, su habilidad y su inteligencia tienen tan poca importancia en presencia de las maravillosas máquinas, que él dirige a menudo sin comprenderlas, que no se le atribuye la menor participación en la prosperidad de la industria.
BURET, E. (1840): La miseria de las clases trabajadoras en Inglaterra y Francia.
Conseqüències negatives i positives de la introducció de màquines en l’organització del treball.
12.         Una única màquina, vigilada per una persona adulta i servida per cinc o sis xiquets, fa tanta faena com trenta homes treballant a mà segons el mètode tradicional.
La introducció de l’esmentada màquina tindrà com a conseqüència quasi immediata el privar dels seus mitjans d’existència a la massa dels obrers. Tots els negocis seran acaparats per alguns empresaris poderosos i rics. Les màquines, l’ús de les quals lamenten els peticionaris, es multipliquen ràpidament en tot el regne i se n’experimenta ja cruelment els efectes: un gran nombre d’obrers es troben sense faena i sense pa. Amb dolor i en la més profunda angoixa, veuen acostar-se el temps de la misèria en què 50 000 homes, amb les seues famílies, privats de tots els recursos, víctimes de l’acaparament, lucratiu per a algunes persones, dels seus mitjans d’existència, hauran d’implorar la caritat de les parròquies.
Petició dels obrers a la Cambra dels Comuns. 1794.

13.         Incluso actualmente, cuando el sistema está perfectamente organizado y su labor simplificada hasta el máximo, es casi imposible convertir a personas que han pasado de su pubertad, ya procedan de ocupaciones rurales o artesanas, en útiles obreros de fábrica. Después de luchar durante un espacio de tiempo por dominar sus descuidados e inquietos hábitos, terminan por ser despedidos por sus patronos a causa de su falta de atención al trabajo.
URE, A. (1835): The philosophy of manufactures.

14.         En realidad no había horas regulares: patrones y administradores hacían con nosotros lo que querían. A menudo se adelantaban los relojes de las fábricas por la mañana y se atrasaban por la tarde; y en lugar de ser instrumentos para medir el tiempo, se utilizaban como capotes para el engaño y la opresión. Aunque esto se sabía entre los hombres, todos tenían miedo a hablar, y entonces los trabajadores temían llevar relojes consigo, pues no era cosa rara que despidieran a cualquiera que presumiera de saber demasiado sobre la ciencia de la horología.
Testimonio anónimo de Dundee (1887).
Valoracions optimistes i pessimistes sobre la Revolució Industrial.

16.         En mi reciente viaje, que se prolongó durante varios meses a través de los distritos manufactureros, he visto a decenas de millares de trabajadores, viejos, jóvenes, de media edad, de uno y de otro sexo, ganarse no sólo lo necesario para adquirir abundantemente de qué alimentarse, sino también para comprar artículos de vestir y objetos para sus casas.
                Sin sudor, protegidos lo mismo del sol estival que del hielo invernal en edificios saludables. En esas espaciosas salas, la benéfica fuerza del vapor recoge en torno suyo a millares y millares de personas de humilde condición, y asigna a cada uno su tarea, sustituyendo el penoso esfuerzo muscular con la energía del vapor que no requiere más que un poco de destreza y de atención.
He visitado muchas fábricas durante varios meses y no he visto pegar a ningún niño, ni tampoco vi niños desgraciados. Parecían alegres y despiertos, disfrutando de un ejercicio físico moderado. El trabajo de estos vivaces geniecillos me recordaba a un deporte. No daban ninguna muestra de estar agotados.
URE, Andrew (1835): The Philosphy ofManufacturers, Londres.

17.         Cuando estuve en Oxford Road, Manchester, observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban las fábricas a las 12 en punto. Los niños tenían casi todos mal aspecto, eran pequeños, enfermizos, iban descalzos y mal vestidos. Muchos parecían no tener más de siete años. Los hombres, 16 a 24 años en su mayoría, y sin ninguno de edad avanzada entre ellos, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres [...] no vi ninguna de aspecto lozano [...].
Allí vi, o creí ver, una estirpe degenerada, seres humanos mal desarrollados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a viejos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un triste espectáculo [...].
Hablando después con el propietario de una fábrica, éste consideraba las malas costumbres del Manchester pobre, y la miseria de sus habitaciones mucho más culpables de la debilidad y de la salud enfermiza de los obreros que el confinamiento en las fábricas; y de él, y de otras fuentes de información se deduce que las clases obreras de esta población estaban mal alimentadas, albergadas y vestidas. [...]
A pesar de ello, sin embargo, estoy convencido de que, independientemente de los vicios morales y domésticos, el prolongado trabajo en las fábricas, la falta de descanso, la vergonzosa reducción de los intervalos de las comidas, y especialmente el trabajo prematuro de los niños, reducen muy considerablemente la salud y el vigor, y explican el mísero aspecto de los obreros.
TURNER THACKRAH, C. (1832): “The effects of arts, trades, and professions, and habit of living, on health and longevity”, Londres.

18.         No hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el rico y el pobre sea tan grande o la barrera que los separa tan difícil de franquear. Hay mucha menos comunicación personal entre el dueño de una hilandería y sus obreros, entre el estampador de indianas y sus oficiales eternamente manchados de azul, entre el sastre y sus aprendices, que entre el duque de... y el más humilde jornalero de sus tierras.
Declaraciones del clérigo Canon Parkinson sobre una encuesta sobre Manchester, hacia 1848.

19.         Si tuviéramos que caracterizar esta época nuestra con una sola palabra no nos tentaría definirla como la edad heroica, filosófica o moral, sino por encima de cualquier otra, la de Edad Mecánica. Es la época de la maquinaria, en toda la amplitud del término.
                Ahora no se hace nada directa o artesanalmente, todo sigue un plan calculado. Para la operación más simple se dispone de hábiles procedimientos para la reducción del tiempo. Por todas partes, el artesano vivo es desalojado de su taller para dar cabida a otro inanimado y más rápido. No hay un final para la maquinaria. Quitamos montañas y hacemos de los mares nuestras carreteras; nada se nos resiste. Peleamos con la ruda Naturaleza y, gracias a nuestras irresistibles máquinas, salimos siempre victoriosos.
                Qué maravillosas aportaciones se han hecho y se siguen haciendo a la potencia física de la humanidad; cuánto mejor alimentados, vestidos, alojados y, a todos los efectos, acomodados están ahora los hombres o pueden estarlo gracias a una determinada cantidad de trabajo. Esta es una agradable reflexión que se impone a cada uno de nosotros.
                Qué cambios también ha introducido en nuestro sistema social este incremento de potencia; cómo ha crecido más y más la prosperidad y cómo, al mismo tiempo, se ha ido acumulando más y más en la masa social.
CARLYLE, Thomas (1829): Sings of the times, Londres.




Per què s’emplea a dones i xiquets?
20.         En Reus trabajan los niños sesenta y seis horas semanales; entran en las fábricas a los seis años de edad, [...] En Barcelona trabajan sesenta y nueve horas a la semana, y entran también a trabajar a los seis años. [...]
En Manresa y su comarca, que comprende gran número de poblaciones y cuenta 10.000 manufactureros y el número proporcional a éstos de niños de ambos sexos, trabajan doce o catorce horas diarias; entran al trabajo a los seis o siete años y ganan muy poco, a pesar de ser mucho el beneficio de los patronos por tener en sus fábricas motor hidráulico.
En la alta montaña de Cataluña, que comprende muchos pueblos, como Berga y sus contornos, Olot y pueblos circunvecinos, trabajan catorce horas; ganan jornales como los ya mencionados, y tienen que andar mucho para llegar al trabajo. [...]
La edad de seis años para empezar a trabajar es la general, no sólo en Cataluña, sino en los demás centros fabriles de España, como Alcoy, Granada, Antequera, Valencia y Valladolid. En estas regiones, como en las antes citadas, trabajan de doce a trece horas, ganan muy poco y se les trata muy mal.
Comisión de Reformas Sociales: El trabajo de los niños (escrito por Luis Aner en 1890).

21.         Mi chico Edwin era alegre y bien derecho antes de entrar en la fábrica, pero tras tres años allí le entró una debilidad en las rodillas que casi no podía andar. Muchos me dijeron que lo sacara de trabajar, pero soy un hombre pobre con mucha familia y necesito su jornal.
Entrevista a Gillet Sharpe, habitante de Yorkshire, Informe parlamentario. 1831-1832.

22.         Deben cumplir unos requisitos de estatura y de edad; deben introducirse bajo los hilos para limpiar la maquinaria; si son demasiado gordos rompen los hilos y echan a perder el trabajo, y no podrían pasar debajo de los carros; tal como se construye actualmente la maquinaria, sólo niños de 9 a 11 años pueden realizar el trabajo tal como debe ser hecho.
Testimonio de James M’Nish ante el Comité Parlamentario en 1831.

23.         - ¿Cuál es tu trabajo? Descríbelo.
- Tenemos cinturones y cadenas liados al cuerpo y sujetos a vagonetas con ganchos y tiramos así. (Inclina el cuerpo sobre la mesa).
- ¿Trabajas por lo general encorvado?
- Sí, casi siempre, nunca nos ponemos de pie.
- ¿Cuándo sales?
- No lo sabemos de fijo... a veces hemos estado abajo catorce horas.
- ¿Dejáis de trabajar cuando coméis?
- Sí, paramos durante un minuto o así y a veces trabajamos y comemos al mismo tiempo, cuando los serones están llenos tenemos más tiempo.
- ¿Cuánto ganas a la semana?
- Lo más que he ganado en mi vida han sido 6 chelines, ahora unos 16 chelines el mes pasado.
- ¿Qué altura tiene el sitio donde trabajas?
- Unos tres cuartos de yarda [68,5 cm.] y en algunos unas treinta pulgadas [76 cm.].
- ¿A qué hora bajáis a la mina?
- Las más de las veces bajamos a las cinco y media.
Respuestas de un niño minero de Walkden Moor. Commite of Mines. 1833.

24.         Observemos, un poco más de cerca, un solo hecho, por el que la máquina, de más a más, suplanta al trabajo de los obreros varones, adultos. El trabajo en las máquinas, tanto en el hilado como en el tejido, consiste principalmente en anudar los hilos rotos, porque todo el resto es hecho por la máquina; este trabajo no requiere ninguna fuerza, sino solamente una gran flexibilidad en los dedos. Los hombres, por eso, no sólo no son útiles, sino que a causa de sus músculos más fuertes y del desarrollo de los huesos de las manos, son menos diestros que las mujeres y los niños, y así son suplantados, casi del todo, en esta especie de trabajo. Cuando más relegada es la actitud de los brazos, la aplicación de la fuerza, por la introducción de las máquinas hidráulicas o a vapor, tanto menos pueden ser ocupados los hombres, y porque, sin duda las mujeres y los niños son más baratos, y, como hemos dicho, trabajan mejor en tales ramas de trabajo que los hombres, encuentran trabajo.
ENGELS, E (1844): La situación de la clase obrera en Inglaterra. pp. 146-147.

25.         Me casé a los 23 años y fue entonces cuando fui a la mina. Antes, cuando tenía 12 años, era tejedora. No sé leer ni escribir. Arrastro las vagonetas de carbón y trabajo seis horas por la mañana y seis horas por la tarde. Paro casi una hora al mediodía para comer, un poco de pan y un poco de mantequilla, sin nada para beber. Tengo dos niños, pero aún son demasiado pequeños para trabajar. He tirado de las vagonetas incluso estando embarazada. Conozco una mujer que volvió a casa, se lavó, se metió en la cama, parió y volvió a hacer el mismo trabajo en menos de una semana.
Tengo una correa alrededor de la cintura y una cadena entre las piernas, y tengo que andar a gatas. La cuesta es muy empinada y nos agarramos a la cuerda o a lo que podemos, cuando no hay cuerda.
En el pozo en el que trabajo hay seis mujeres y seis chicos y chicas. Es un trabajo durísimo para una mujer. El pozo está siempre húmedo y el agua nos llega hasta las rodillas. Un día me llegó hasta los muslos, y con la que cae del techo es terrible. Mis ropas están casi siempre empapadas.
Una prima mía se ocupa de los niños durante el día. No consigo hacer nada cuando vuelvo a casa por la noche, y a veces me duermo antes de lavarme. He arrastrado vagonetas hasta arrancarme la piel. Y es mucho peor cuando se espera un hijo. Mi marido me ha pegado algunas veces porque no estaba dispuesta. Al principio no conseguía acostumbrarme y él tenía poca paciencia.
Testimonio de Betty Harris delante de una Comisión parlamentaria de investigación, 1842.

Condicions laborals en la societat industrial (horaris, salaris, problemes, etc.).

26.         Entrad en una [fábrica] de algodón, por ejemplo, y al punto sentiréis un olor desagradable. Conté 178 individuos, entre oficiales y aprendices, en una pieza que cómodamente sólo podía contener unos 25; era de noche, los mecheros de gas ardían desde las 4 de la tarde y la ventilación era casi nula; a los pocos minutos tuve que salir medio asfixiado, ¿Cómo habían de poder gozar de buena salud aquellos infelices que diariamente respiran por espacio de 15 horas un aire por demás impuro? No es extraño, pues, que las estadísticas, en su inexorable lenguaje, nos digan que se encuentra doble número de tísicos entre los obreros que trabajan en fábricas o talleres.
MONLAU, P. F. (1858): ¿Qué medidas higiénicas puede dictar el gobierno a favor de las clases obreras? Higiene industrial. Madrid.

27.         Las noticias que recibimos de Cataluña son en extremo desgarradoras A fin de que todo el mundo sepa la tristísima situación de la clase obrera, particularmente de la de Cataluña, estamos recogiendo datos que vamos publicando a medida que los recibimos:
En una fábrica del Puente de Vilumara los operarios trabajan 16 horas diarias. Una infeliz madre que tiene sus dos hijas ocupadas en aquel ingenio no puede disponer de ellas en los días festivos, porque tan desgraciadas criaturas los pasan durmiendo.
En otra fábrica de Castellgalí la duración del jornal es de 15 horas. Como ésta se halla situada a dos horas de distancia de la población, obligan a los operarios a dormir en la fábrica, a cuyo efecto hay destinados dos departamentos, uno para cada sexo. Los maridos no pueden estar en compañía de sus esposas sino en los días festivos.
En otra fábrica del pueblo de Navarcles, habiendo obligado a una infeliz joven a que limpiase una máquina mientras estaba funcionando, se vio de pronto enredada entre el aparato, del cual no pudo salir ya sino descalabrada y con un muslo fracturado.
Un caso enteramente análogo ha sucedido en la fábrica del Puente de Vilumara, que hemos mencionado, con la sola diferencia de que esta máquina agarró por los cabellos a la desgraciada joven, maltratándola y poniendo su vida en inminente riesgo.
En las fábricas situadas en el mismo puerto tiene lugar otro exceso no menos repugnante: cuando los infelices muchachos se duermen rendidos por el cansancio y la vigilia, los capataces les sacuden despiadadamente para quitarles el sueño.
Apuntes para el proyecto de ley que ha de presentarse a las Cortes.
El Eco de la Clase Obrera, Madrid, n" 3 (19 de agosto de 1855), pp. 40-4 1.

28.         La crueldad del trabajo libre es fácilmente perceptible en el caso del hilandero. El hilandero es un hombre libre: acude al capitalista, y le dice: compra mi trabajo; así, vende su trabajo y se ata a la fábrica, y a las reglas del capitalista. ¿Qué es sino esclavitud una situación en la que el cuerpo se halla más fuertemente maniatado que el de un esclavo de verdad, sólo porque ha dado su consentimiento como hombre libre? Puede irse, dirá Vd. ¿Irse de dónde?, ¿de la fábrica?, ¿para acabar en manos de otro patrón y hacer el mismo trabajo por el mismo salario? El obrero es pues libre para cambiar de cámara de tortura.
¿Acaso su salario le asegura lo necesario para comer, vestirse y proveerse para la vejez? Por supuesto que no. De modo que, incluso en lo que respecta a la comida, su situación es peor que la del esclavo. Pero su condición es peor también en otro sentido: Mientras que se guarda celosamente la vida del esclavo, ¿qué importa que el hombre libre cometa suicidio sobre su propia tumba?
¿Por qué ocurre esto? Porque el trabajo no es remunerado según su valor, porque el trabajo del hombre libre se vende más barato que el del esclavo, y esto se consiente porque el trabajo del hombre libre le pertenece a sí mismo Y no al patrón, porque al patrón no le preocupa otra cosa sino asegurar su propio interés, y no persigue sino obtener la materia prima que es el músculo humano tan barata y abundante como el algodón. Lo único que interesa al patrón es conseguir la mayor cantidad posible de trabajo del hilandero al menor precio posible.
Por lo tanto, en todo lo que se refiere al trabajo, tanto en lo que concierne a su duración y a su remuneración como a su libertad, el esclavo de fábrica se encuentra en una situación peor que la de un delincuente convicto, y su condición es menos cómoda que la de un esclavo de verdad.
MURRAY McDOUALL, P. (1841): Chartist and Republican Joumal.

Les vivendes obreres i la dieta alimentària bàsica dels treballadors.

29.         Al construir nuevas ciudades, los propietarios, que en su mayor parte no residían en ellas, cedieron las tierras a especuladores que, al no estar frenados por ningún tipo de regulación política, construyeron para los habitantes más pobres viviendas que a menudo carecían de las mínimas comodidades necesarias para el bienestar y la limpieza: fueron amontonados todos en grupos cerrados, separados solamente por calles estrechas y atravesados por plazoletas aisladas, callejuelas y avenidas, donde se permitía que la suciedad se acumulase. Al no estar las calles sujetas a la influencia de ninguna norma de ordenación, se permitía que permaneciesen sin pavimentar, sin recogida de basuras y en consecuencia se convirtieron en receptáculos de los desperdicios más repugnantes.
Westimnster Review, nº 18, 1833.

30.         Los más pobres viven en sótanos y desvanes. Los sótanos se abren a la calle o patios, y se entra en ellos por una escalera que suele ser al tiempo la puerta y la ventana. Generalmente el techo está a 1,85 metros en el punto más alto, y tienen sólo 4,5 metros de ancho.
En estas viviendas tristes y sombrías comen, duermen e incluso trabajan muchos obreros. La luz del día llega a ellos una hora más tarde que para los demás, y la noche una hora antes.
Su mobiliario consiste normalmente, además de los útiles de su trabajo, en una especie de alacena o una tabla en la que ponen los alimentos, una cocina, unos pocos pucheros, una mesa pequeña, dos o tres malas sillas y un sucio jergón cuyas únicas piezas son un colchón de paja y restos de una manta.
En sus oscuros sótanos, en sus viviendas, que cabría tomar como bodegas, el aire no se renueva nunca, está infectado; las paredes están cubiertas de basura. Si puede hablarse de cama, consiste en unas tablas sucias, mugrientas, paja húmeda y podrida, una tela basta cuyo color y tejido están ocultos por una capa de mugre, una manta que recuerda un cedazo.
El mobiliario está roto, carcomido, cubierto de porquería. Los utensilios están tirados en desorden por toda la vivienda. Las ventanas, siempre cerradas, están cubiertas por papel y cristal, pero tan negro, tan cubierto de humo, que la luz no puede penetrar. Por todas partes hay montones de basura, ceniza, restos de verduras recogidas de las calles, de paja podrida, de nidos; el aire es irrespirable. Uno se ahoga en estos cuchitriles con olor a establo, nauseabundo, algo picante, olor de suciedad, olor de basura... ¿Y los pobres, cuál es su aspecto en medio de ese tugurio? Su ropa está en harapos, sin materia, consumida, cubierta, no menos que su pelo, que no conoce peine, de polvo de los talleres. ¿Y su piel? Está pintada, oculta, si queréis, por los depósitos indiferenciables de diversas exudaciones.
VILLERMÉ, L. (1840): Tableau de l’état physique et moral des ouvriers employés dans les manufactures de coton, de laine et desoie (2 vols.), París, págs. 882-883.

31.         Los patronos industriales de Manchester quieren que los precios [de los alimentos] sean bastante altos para obligar a una laboriosidad generalizada; para mantener a los trabajadores empleados durante seis días de trabajo semanales; pues opinan que incluso un solo día ocioso, cuando hay la oportunidad de que sea un día de borrachera, perjudica a los otros cinco, o más exactamente el trabajo de aquéllos.
 YOUNG, Artur.

32.         La población empleada en las fábricas de algodón se levanta a las cinco en punto de la mañana, trabaja en las hilanderías desde las seis hasta las ocho, y regresa a casa para desayunar. Esta comida consiste generalmente en té o café con un poco de pan. Algunas veces toma copos de avena, pero de tarde en tarde y principalmente los hombre; el té es preferido como estimulante, fundamentalmente por las mujeres.
Los trabajadores vuelven a las hilanderías y fabrican hasta las doce, teniendo una hora para comer. Entre aquellos que tienen los más bajos salarios la comida consiste en patatas hervidas. La ración de patatas se coloca en un gran plato y se le añade manteca de cerdo derretida, a lo que se le agrega, ocasionalmente, trozos de tocino frito; pero muy raramente carne. Aquellos que tienen mejores salarios, o familias en las que se reúnen varios sueldos, añaden una mayor proporción de carne, pero la cantidad consumida por la población obrera no es grande. La familia se sienta alrededor de la mesa y cada uno rápidamente coge su ración o, por el contrario, todos meten su cuchara en una fuente común, satisfaciendo su apetito con ansia animal. Al término de la hora vuelven a la factoría hasta las siete o más tarde, volviendo a ingerir té, a menudo mezclado con licores, acompañados de un poco de pan.
KAY-SHUTTHWORTH, LR (1832): The moral and physical condition of working classes employed in the cotton manufacture in Manchester. Londres.
Respostes col·lectives dels treballadors davant la mala situació.

33.         Anglaterra, la pionera de la Revolució Industrial, és també, lògicament, la pàtria dels primers moviments obrers organitzats suscitats per aquella; i si el model anglés de Revolució Industrial constituïx un prototip, pot afirmar-se també que hi va haver inicialment un model anglés de moviment obrer que serviria de punt de referència per als altres països.
Fins a 1825, el moviment obrer anglés es va caracteritzar per la participació escassa en l’activitat revolucionària, que van protagonitzar principalment les classes mitjanes, i per la manca d’organització i d’unitat. Dues formes de protesta van tindre lloc en aquesta etapa: un corrent que propugnava la destrucció de les màquines, conegut amb el nom de ludisme, i un moviment polític de signe radical vinculat a la Revolució Francesa.
El ludisme rep el nom del teixidor Ned Ludd, pioner, segons certes versions, de la destrucció de màquines. L’onada ludista més coneguda tingué lloc a l’inici del segle XIX, quan l’aplicació del vapor es generalitzà en la indústria tèxtil. Va ser aleshores quan van proliferar les amenaces contra els patrons que instal·laven màquines i quan es va produir la destrucció de molts telers mecànics. El 1812 una llei va
condemnar a mort els destructors de màquines i, el 1813, díhuit dirigents ludistes van ser executats a York. Aquesta repressió no impedí que es reproduïra el ludisme al camp el 1830.
P. Paez-Camino i C. Llorente Herrero: Los movimientos sociales (hasta 1914). Akal, Madrid, 1984.

34.         Després d’insistir amb èxit escàs en reivindicacions laborals, el moviment obrer anglés recobrà la mobilització política. Una carta enviada el 1838 per la Londoner Working Men’s Association al Parlament va donar nom al moviment cartista. En la carta se sol·licitava: sufragi universal i secret, parlaments anuals, supressió del certificat de propietat per als membres del parlament, sou per als parlamentaris i cir-cumscripcions territorials iguals.
Al voltant d’aquestes reivindicacions polítiques es va formar un vertader moviment popular que, en plena crisi econòmica de 1838-1842, arribà a tindre un ampli arrelament entre les masses [...] La repressió del govern i la recuperació econòmica (després de la crisi de 1838-1842) van minvar l’activitat del moviment, però aquest perseverà i aconseguí el 1847 la jornada laboral de deu hores, unida a altres reformes que afavoriren la burgesia i els obrers: supressió de duanes per als cereals, reforma del Codi Penal, ampliació de la llibertat de premsa, etc.
El moviment cartista va sucumbir davant del fracàs de la revolució continental de 1848 que reforçà el conservadorisme a Anglaterra. Però el cartisme havia constituït el primer intent d’organitzar el moviment obrer darrere de reivindicacions netament polítiques que foren vertaderament populars i tingueren un sentit de reforma social.
P. Paez-Camino i C. Llorente Herrero: Los movimientos sociales (hasta 1914). Akal, Madrid, 1984.

35.         La rebelión de los obreros contra la burguesía ha comenzado con el desarrollo industrial y ha atravesado diversas fases.
La primera, la más grosera, la más horrible forma de tal rebelión, fue el delito. El obrero vivía en la necesidad y la miseria y veía que otros estaban mejor que él. Su mente no alcanzaba a comprender que él, que sin embargo, hacía más por la sociedad que un rico holgazán, debía sufrir en tales condiciones. La miseria vencía su natural respeto por la propiedad; y robaba. Vemos cómo al extenderse la industria aumentó la delincuencia, cómo el número anual de los detenidos está en continua relación con el consumo del algodón.
Pero pronto comprendieron los obreros que tal método no llevaba a nada. Los delincuentes podían protestar sólo separadamente, sólo como individuos, por medio del robo, contra el orden de la sociedad existente; [pero] toda la sociedad se echaba sobre el individuo separadamente, lo aplastaba con violencia despiadada. Por otra parte, el robo era la más incivil e inconsciente forma de protesta, y por eso no fue la expresión general de la opinión pública de los obreros, aunque ellos pudieran aprobarlo secretamente.
ENGELS, Federick (1844): La situación de la clase obrera en Inglaterra.

36.         Los obreros más inteligentes, los más activos, los más entregados, los de mayor coraje, generalmente los dirigentes de las diversas Sociedades de la corporación, establecen una tarifa, calibran el valor de cada tipo de trabajo en el oficio y se reúnen con los patronos. Si éstos quieren escuchar sus quejas, sus reivindicaciones, las dos partes negocian, analizan sus intereses respectivos, fijan en común el precio de un día de trabajo, o de la pieza de trabajo, y todo se salda de forma amistosa, como en una familia. Si los patronos no quieren escuchar o son demasiado intransigentes, los compañeros dan una orden, y detienen el trabajo inmediatamente. Los talleres se vacían. Los patronos no tienen obreros. Todo el trabajo se suspende.
Sucede a veces que, en busca de paz y tranquilidad, los patronos aceptan las reivindicaciones de los obreros, firman la nueva tarifa y el buen orden vuelve inmediatamente. En otras ocasiones, llaman a la magistratura en su ayuda, tienden trampas a los dirigentes de la huelga, les hacen caer en manos de la ley, son condenados y encarcelados como líderes de una coalición.
PERDIGUIER, Agricol (1854-55): Mémoires d'un compagnon. Ginebra. Págs. 237-238.

Transformacions democràtiques. Marxisme, anarquisme i internacionalisme.

37.         Hasta aproximadamente 1880, la vida política, en todo el mundo desarrollado está en manos de las elites. Ahora bien, en los inicios de los años 1880 se asiste a una profunda modificación de las condiciones políticas, que conduce a dar a las masas (campesinos, obreros, miembros de las clases medias) una conciencia política mucho más despierta. Al mismo tiempo, estas condiciones conducen a la formación de nuevos partidos, con vocación de representar a estas masas, que pretenden obtener, no con la actividad parlamentaria sino a través de la acción directa, una serie de mejoras para los grupos que defienden y una nueva organización de la vida política. La irrupción de las masas en el juego político a finales del siglo XIX representa, también una amenaza para los regímenes políticos establecidos, amenaza que tiene como instrumento visible a los partidos de masa. Al mismo tiempo, en ciertos países donde no existen procesos de adaptación del régimen a la sociedad, el problema de la integración de las masas se convierte en algo crucial.
                En los países de la Europa del Noroeste, donde la democracia liberal se halla sólidamente implantada y donde existe, gracias al sufragio universal, una representación adecuada de la población, la integración de las masas en el juego político se lleva a cabo de forma satisfactoria. La llegada al Parlamento de partidos socialistas potentes como el SPD en Alemania, la SFIO en Francia o el laborismo en Gran Bretaña, la posibilidad para los movimientos nacionalistas de hacer oír su voz en el debate político, aportan soluciones a los problemas planteados. Pero no ocurre lo mismo en los Estados donde la democracia es o bien una ficción o bien inexistente, como en Italia y España, o Rusia.
BERSTEIN, S. (1996): Los regímenes políticos del siglo XX, Barcelona, Ariel.

38.         Es un hecho notabilísimo el que la miseria de las masas trabajadoras no haya disminuido desde 1848 hasta 1864, y, sin embargo, este período ofrece un desarrollo incomparable de la industria y del comercio. Después de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad admirable, la clase obrera inglesa consiguió arrancar la ley de la jornada de diez horas. La mayoría de los gobiernos continentales tuvieron que aceptar la ley del trabajo inglesa bajo formas más o menos modificadas.
                Al mismo tiempo, la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos particulares y accidentales de los obreros, no podrá detener jamás el creciente en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias.
                La conquista del poder político ha venido a ser, por tanto, el gran deber, de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar el partido de los obreros.
                La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países que se reunieron en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864 han resuelto fundar la Asociación Internacional.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
MARX, K. (1864): Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores.

39.         El Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada cualquiera: clase sacerdotal, clase nobiliaria, clase burguesa [...] Siempre garantiza lo que encuentra: a unos, su riqueza, a otros, su pobreza. A unos, la libertad, basada en la propiedad, a otros, la esclavitud, consecuencia fatal de su miseria.
Bakunin

40.         Nosaltres volem la llibertat i creiem que la seua existència és incompatible amb l’existència de qualsevol poder, siga quin en siga l’origen i la forma (...). El mal, als ulls dels anarquistes, no es troba en la forma de govern. Es troba en la idea mateixa de govern, en el principi d'autoritat en si.
Paraules de Kropotkin davant el Tribunal de Justícia (1883).

41.         Detesto el comunismo, porque es la negación de la libertad y porque no concibo la Humanidad sin la libertad. No soy comunista, porque el comunismo concentra y, engulle en beneficio del Estado, todas las fuerzas de la sociedad; porque conduce inevitablemente a la concentración de la propiedad en manos del Estado, mientras yo propugno la abolición del Estado, el desarraigo definitivo del principio mismo de autoridad y tutela propios del Estado.
BAKUNIN: 2º Congreso 1ª Internacional, 1868

42.         Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen en cambio, un mundo entero que ganar.
Marx y Engels. “Manifiesto comunista”. 1848.

43.         La pobreza era vista por los primeros socialistas como el resultado de la opresión económica directa y como la causa principal de la opresión social. El reconocimiento de la pobreza como un problema social condujo a muchos socialistas a sostener que la sociedad se divide en dos clases, los poseedores y los desposeídos.
La idea central del socialismo es el igualitarismo. La igualdad no implica necesariamente nivelar hacia abajo e imponer una uniformidad, tal como a menudo sugieren quienes la critican. Como resultado del énfasis puesto en la igualdad, a veces la justicia social es vista principalmente como una cuestión de distribución y de redistribución. Pero, comprendido como es debido, el ideal abarca también el proceso productivo y requiere una contribución equitativa de cada individuo a la sociedad.
La igualdad no sería efectiva sin la abolición de la propiedad privada, algo que de hecho implicaba la abolición de la burguesía. En todas partes, los socialistas han reclamado la abolición de la riqueza privada. Este reclamo, desde luego, se refiere a los bienes productivos y no a las posesiones favoritas de cada uno. El corolario de la eliminación de la propiedad privada es la propiedad colectiva o comunitaria de los medios de producción: las fábricas, la tierra, la maquinaria. La propiedad común no es un fin en sí misma, sino un medio de obtener una mayor igualdad y es lícito que las opiniones difieran acerca de la forma que ha de adoptar, así como acerca de otras políticas, en la medida en que van cambiando las circunstancias.
La consecuencia de la concepción socialista de que las personas son formadas por la sociedad es una redefinición de la libertad. La libertad socialista es la libertad de desplegar y desarrollar el potencial de cada uno, especialmente a través del trabajo no alienado.
GOODWIN, B. (1997): El uso de las ideas políticas. Barcelona, Península.

44.         A primera vista, ese notable desarrollo de los partidos obreros era bastante sorprendente. Su poder radicaba fundamentalmente en la sencillez de sus planteamientos políticos. Eran los partidos de todos los trabajadores manuales que trabajaban a cambio de un salario. Representaban a esa clase en sus luchas contra los capitalistas y sus Estados y su objetivo era crear una nueva sociedad que comenzaría con la liberación de los trabajadores gracias a su propia actuación y que liberaría a toda la especie humana, con la excepción de la cada vez más reducida minoría de los explotadores. La doctrina del marxismo, formulada como tal entre el momento de la muerte de Marx y los últimos años de la centuria, dominó cada vez más la mayoría de los nuevos partidos, porque la claridad con que enunciaba esos objetivos le prestaba un enorme poder de penetración política. Bastaba saber que todos los trabajadores tenían que integrarse en esos partidos o apoyarlos.
La mayoría de estos partidos obreros de clase perseguían un cambio fundamental de la sociedad y en consecuencia se autodenominaban «socialistas», o se pensaba que iban a adoptar ese nombre como el Partido Laborista británico. Hasta 1914, intentaron participar lo menos posible en la política de la clase gobernante, y menos aún en el Gobierno, a la espera del día en que el movimiento obrero constituyera su propio Gobierno, y presumiblemente iniciara la gran transformación.
La naturaleza de la revolución fue el tema que dominó los debates sobre la política proletaria de ese período. [Puesto que] la idea de un colapso inminente del capitalismo parecía absolutamente inverosímil, determinadas figuras recomendaban concentrarse en las mejoras y reformas inmediatas que la clase obrera pudiera conseguir de los gobiernos y empresarios, olvidando el futuro más lejano. Los mítines de masas organizados, las manifestaciones de masas cuidadosamente planificadas y las campañas electorales sustituyeron al levantamiento y la insurrección.
Pero, los partidos socialistas se beneficiaban aún más de su condición de oposición incondicional a los ricos. Denunciaban con pasión encendida la explotación, la riqueza y su progresiva concentración. Aquellos que eran pobres y se sentían explotados, aunque no pertenecieran al proletariado, podían encontrar atractivo ese partido.
HOBSBAWM, E. J.: (1989): La era del imperio (1875-1914), Barcelona, Labor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario